domingo, 23 de junio de 2013

Torres de la Alameda / Fernando Adrián coge la alternativa


Toro noble y bueno, con calidad y dulzura el que sirvió para que Fernando Adrián ingresara en el nuevo escalafón. El toricantano lo saludó con hasta cinco faroles de rodillas para después tirar con temple y limpieza de su notable embestida. Faena lucida, de acento clásico y académico, ligada y bien construida, rematada en la corta distancia y coronada de un efectivo espadazo. Luego se justificó con el sexto, manejable sobre todo en la primera parte de la faena, al que muleteó con entrega y decisión antes de fallar con los aceros.

La escasa fortaleza llevó a defenderse al segundo, toro que terminó el muletazo a la altura del estaquillador a pesar del impecable trato de El Juli, que lo empujó para delante si quebrantarlo para concluir entre los pitones cuando comprobó que la desagradecida conducta del animal. Aunque medido de raza, el cuarto apuntó movilidad en los primeros tercios pero pareció lesionarse tras un volatín en un quite, y esa merma restó continuidad al empeño de El Juli.

Fernando Adrián cumplió su sueño de convertirse en matador y además triunfar. Con los dos mejores toros de una corrida deCapea que condicionó el festejo por su falta de raza, el nuevo doctor aprovechó para reivindicarse y pedir sitio en el escalafón superior junto a dos figuras, El Juli y Perera, que se esforzaron por mejorar el material que les cupo en suerte sin que su sacrificio tuviese recompensa. Hubo buen ambiente en la puesta de largo de la nueva empresa, el público respondió al atractivo de la terna y cubrió tres cuartas partes del aforo de la plaza.



La espada quitó resonancia al esfuerzo de Perera con el tercero, toro que manseó en varas y salió de cada muletazo dándose la vuelta al revés en el inicio de faena. Paciente y sereno, el torero buscó acomodo en tablas y en terrenos de chiqueros logró hacerle seguir el engaño. 

Especial importancia tuvo una serie de naturales llevando muy cosida y en la mano la embestida. Con el quinto, que se movió sin clase y con tendencia a meterse por dentro, Perera faenó durante largo rato tratando de potenciar las escasas virtudes de un toro que, como toda la corrida, careció de raza. Su dedicación pudo tener recompensa pero atravesó al toro en la suerte de recibir.

Fuente: Mundotoro